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Así es cómo el estrés crónico daña tu organismo

El estrés crónico daña tu cuerpo y mente

Vivimos en una sociedad que ha normalizado el estrés como una constante en el día a día. Lo que antes se consideraba una reacción ocasional ante situaciones intensas, hoy es un estado casi permanente que afecta a gran parte de la población.

Sin embargo, aunque la mayoría de nosotros convivimos con el estrés, rara vez somos plenamente conscientes de los profundos efectos negativos que puede tener sobre nuestra salud.

Desde problemas físicos como enfermedades cardíacas, hasta trastornos mentales como la ansiedad y la depresión, el estrés no gestionado puede erosionar nuestro bienestar de forma silenciosa pero constante.

Este es el primero de una cadena de artículos donde te voy a detallar cuáles son los diferentes tipos de estresores que cada día te pueden afectar. Desglosaré los diversos estresores externos, internos y psicológicos que en conjunto, provocan un desgaste progresivo del organismo. Y para apoyar todo lo escrito, al final del artículo tienes los estudios científicos que he utilizado para crear este artículo con sus respectivos DOI o Link.

Comprender cómo nos afecta el estrés es clave para desarrollar intervenciones clínicas que no solo mitiguen el impacto del estrés, sino que restauren el equilibrio funcional del cuerpo.

El punto de partida de gran número de enfermedades es el estrés.

Las fuerzas invisibles del estrés crónico destruyen la biología humana

El estrés crónico es uno de los enemigos más formidables de la biología humana.

Actúa como un agente silencioso que desencadena alteraciones profundas en cada sistema fisiológico.

Este estado prolongado no solo desestabiliza la salud mental, sino que genera disfunciones generalizadas que abarcan desde los sistemas inmunológico, endocrino y metabólico hasta las conexiones neuronales más delicadas.

A menudo es ignorado en la medicina convencional, pero el estrés crónico es un catalizador de enfermedades sistémicas que erosiona la capacidad del cuerpo para mantener la homeostasis, impulsando un estado perpetuo de hiperactivación neuroendocrina e inflamación.

Existen tres categorías principales de estresores:

  • Estresores externos.
  • Estresores internos.
  • Estresores psicológicos.

Veamos cómo funciona cada una de ellas.

Estresores externos: el entorno tóxico que asedia al organismo

El entorno actual es un campo de batalla constante para el cuerpo humano.

La exposición continua a contaminantes, conservantes artificiales, metales pesados y radiaciones electromagnéticas, genera un estrés constante en la fisiología humana.

Partículas en el aire

Uno de los estresores más dañinos es la exposición a partículas finas y compuestos volátiles tóxicos, como el benceno y el formaldehído, que activan los receptores aril hidrocarburos (AhR).

Cuando es activado este receptor, desencadena cascadas inflamatorias que afectan a tejidos diversos, incluyendo el pulmón y el endotelio vascular. Esta activación crónica no solo perpetúa el estrés oxidativo, sino que compromete la capacidad del cuerpo para procesar toxinas a través de los citocromos P450, generando una acumulación de radicales libres y aumentando el riesgo de enfermedades sistémicas.

Metales pesados

Los metales pesados como el mercurio, el plomo y el cadmio, representan una amenaza importante para la biología humana. Estos elementos se acumulan en los tejidos y afectan procesos celulares fundamentales, como la producción de ATP y la regulación de señales intracelulares de calcio y esta situación conduce a una disfunción mitocondrial progresiva, que contribuye al desarrollo de fatiga crónica, disfunciones neurológicas y enfermedades degenerativas. 

Aunque el aluminio no se considera un metal pesado, su impacto neurotóxico es igualmente preocupante. Tiene una afinidad particular por el cerebro, donde interfiere con la homeostasis del hierro y puede inducir estrés oxidativo, favoreciendo la acumulación de proteínas mal plegadas como el beta-amiloide, un factor clave en el desarrollo de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer. Además, el aluminio afecta la función mitocondrial y puede comprometer la integridad de la barrera hematoencefálica, agravando el daño neuronal.

Campos electromagnéticos

El daño que producen los campos electromagnéticos (EMF) de baja frecuencia y las radiaciones no ionizantes también hay que tenerlos en cuenta ya que forman parte de nuestro día a día.

Estos estresores alteran la permeabilidad de las membranas celulares, afectando las corrientes de calcio intracelulares, lo que puede llevar a disfunciones en la señalización celular y daño mitocondrial.

Esto genera una respuesta de estrés celular que afecta no solo la producción de ATP, sino que también compromete la integridad de las membranas celulares, propiciando inflamación, insomnio y alteraciones metabólicas.

Ciclos circadianos

Otro factor crítico es la disrupción de los ritmos circadianos, especialmente debido a la exposición prolongada a la luz azul.

Este tipo de luz, emitida por pantallas electrónicas y leds que iluminan las calles o el salón de nuestro hogar, suprime la producción de melatonina por parte de la glándula pineal, afectando el ciclo sueño-vigilia y desregulando hormonas clave como el cortisol, la melatonina y la insulina.

La alteración crónica de estos ritmos internos incrementa el riesgo de trastornos metabólicosresistencia a la insulina y disfunciones inmunitarias.

Estresores internos: un ecosistema metabólico descontrolado

A nivel interno, el organismo también está bajo constante ataque.

Uno de los estresores internos más prevalentes es la disbiosis intestinal, que desencadena una inflamación sistémica de bajo grado. El desequilibrio en la microbiota intestinal facilita la proliferación de bacterias patógenas, que liberan metabolitos tóxicos como los lipopolisacáridos (LPS). Estos atraviesan la barrera intestinal permeable, generando una activación inmunitaria excesiva.

La consecuencia es una inflamación crónica que no solo afecta la digestión, sino que altera la producción de neurotransmisores clave como la serotonina y la dopamina, agravando los trastornos neuropsiquiátricos.

Además, la resistencia a la insulina, que afecta el metabolismo de la glucosa, genera una serie de disfunciones metabólicas que incluyen el aumento de la inflamación vascular y la activación del sistema simpático. Esta activación perpetúa un estado inflamatorio que contribuye al desarrollo de enfermedades crónicas como la diabetes tipo 2enfermedades cardiovasculares y el aumento del estrés oxidativo, creando un ciclo vicioso de agotamiento energético y daño tisular.

Otro estresor interno significativo es la deficiencia nutricional crónica.

Nutrientes esenciales como el magnesio y los ácidos grasos esenciales juegan un papel clave en la estabilidad bioquímica del cuerpo. La deficiencia de magnesio, por ejemplo, afecta la síntesis de ATP, la señalización de calcio y la estabilidad del ADN, lo que compromete la función mitocondrial y la reparación celular, debilitando la respuesta inmunitaria y acelerando el envejecimiento celular.

Otra causa a la que no se le presta mucha atención es el estrés físico, y no solo me refiero al estrés provocado por el trabajo intenso, sino al estrés deportivo o la exposición a temperaturas extremas, ya que también representan otra agresión para el organismo.

El ejercicio intenso sin una adecuada recuperación, puede llevar a una acumulación de radicales libres, afectando la capacidad de regeneración celular y comprometiendo la función mitocondrial.

Por otro lado, la exposición prolongada a temperaturas extremas, ya sea frío o calor, también activa vías de estrés térmico, que cuando no son controladas, pueden generar una sobrecarga metabólica que afecta el sistema inmunológico y endocrino.

Estresores psicológicos: el daño que provocan la inseguridad, el miedo, la ira o la culpa

Los estresores psicológicos son un campo de batalla oculto que la mayoría de las personas ignoramos, pero resultan devastadores para la salud. Son agresiones invisibles que ocurren en tu mente y aunque muchas veces no se materializan en la realidad, mantienen al cuerpo y al cerebro en un estado de alerta constante.

El cuerpo reacciona a emociones como la ira, el miedo, la culpa, la inseguridad y el nerviosismo a través de la activación crónica del eje HPA*. Esta activación genera una liberación sostenida de cortisol, que afecta de manera sistémica la salud del individuo.

*El eje HPA (Hipotálamo-Pituitaria-Adrenal) es un sistema de comunicación entre el cerebro y las glándulas suprarrenales, que regula la respuesta al estrés. Cuando percibimos una amenaza, el hipotálamo activa la glándula pituitaria, la cual, a su vez, estimula las glándulas adrenales para liberar cortisol y otras hormonas del estrés. Este proceso ayuda al cuerpo a reaccionar rápidamente ante el peligro, aunque su activación constante puede afectar la salud, causando fatiga, ansiedad y otros problemas.

Inseguridad

Mucha atención a la inseguridad porque es uno de los factores psicológicos más habituales y sutiles, pero con un impacto devastador. Este estado perpetúa la activación simpática, lo que mantiene al organismo en alerta constante, generando gran cantidad de cortisol.

El resultado es una hiperactivación neuroendocrina que altera la capacidad del cuerpo para descansar y recuperarse.

La exposición prolongada al cortisol afecta directamente al hipocampo, comprometiendo la memoria y la regulación emocional, y genera una atrofia neuronal que disminuye la capacidad del cerebro para gestionar el estrés futuro.

Ira y culpa

La culpa y la ira también generan una sobreestimulación del sistema límbico, lo que provoca una liberación continua de catecolaminas como la adrenalina y noradrenalina. Esto perpetúa un estado de hiperalerta que agota las reservas de energía y contribuye al desarrollo de enfermedades cardiovasculareshipertensión y trastornos inmunitarios. Además, la prolongada activación del eje HPA compromete la función inmunitaria, disminuyendo la actividad de células NK y linfocitos T, lo que aumenta la susceptibilidad a infecciones y enfermedades crónicas.

El impacto de estos estresores en el eje HPG (hipotálamo-pituitario-gonadal) tampoco debe ser subestimado. El cortisol inhibe la producción de hormonas gonadotropinas y hormonas sexuales, como el estrógeno y la testosterona, lo que afecta la libido, genera disfunciones menstruales y reduce la fertilidad.

Presta atención a tus fuentes de estrés y mejorará tu salud

El estrés crónico es una tormenta perfecta de estresores externos, internos y psicológicos, que atacan al cuerpo desde múltiples frentes. Cada uno de estos factores afecta la biología humana de manera negativa, desestabilizando los sistemas fisiológicos vitales y conduciendo al deterioro progresivo y muchas veces silencioso de la salud.

Convivimos cada día con partículas tóxicas, campos electromagnéticos dañinos o metales pesados, además de factores como la carga emocional, disfunciones digestivas o exceso de actividad física, y aunque no siempre somos conscientes, estas situaciones suman estrés a nuestro cuerpo y desafían constantemente el esfuerzo de nuestro organismo por mantener el equilibrio y la salud.

En futuros artículos profundizaré en cada uno de estos factores y te mostraré, cómo otras partículas, sustancias y compuestos afectan de manera positiva la homeostasis. También te mostraré qué estrategias clínicas pueden ayudarte a reducir estos daños.

Tratar el estrés crónico de manera integral es clave para prevenir el colapso orgánico y restaurar la salud desde sus fundamentos bioquímicos y moleculares.

Si sientes que el estrés está afectando tu bienestar y buscas una estrategia para reducirlo, envíame un mensaje. Te pondré en contacto con nuestro bioquímico para que puedas encontrar la ayuda que necesitas.

info@deporteysaludfisica.com

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Sé Feliz

Pedro García

REFERENCIAS

Estresores Externos:

1. Contaminantes ambientales y activación de receptores AhR:

Nguyen, N. T., Hanieh, H., Nakahama, T., & Kishimoto, T. (2013). The roles of aryl hydrocarbon receptor in immune responses. International Immunology, 25(6), 335–343.
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Stockinger, B., & Shah, K. (2013). AhR and IDO: non-canonical pathways in immune regulation. Immunology, 142(4), 459–467.
https://doi.org/10.1111/imm.12270

2. Metales pesados y disfunción mitocondrial:

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3. Campos electromagnéticos y salud celular:

Pall, M. L. (2013). Electromagnetic fields act via activation of voltage-gated calcium channels to produce beneficial or adverse effects. Journal of Cellular and Molecular Medicine, 17(8), 958–965.
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4. Luz azul y disrupción de ritmos circadianos:

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Cajochen, C., et al. (2011). Evening exposure to a light-emitting diodes (LED)-backlit computer screen affects circadian physiology and cognitive performance. Journal of Applied Physiology, 110(5), 1432–1438.
https://doi.org/10.1152/japplphysiol.00165.2011


Estresores Internos:

1. Disbiosis intestinal e inflamación sistémica:

Sekirov, I., Russell, S. L., Antunes, L. C., & Finlay, B. B. (2010). Gut microbiota in health and disease. Physiological Reviews, 90(3), 859–904.
https://doi.org/10.1152/physrev.00045.2009

Belkaid, Y., & Hand, T. W. (2014). Role of the microbiota in immunity and inflammation. Cell, 157(1), 121–141.
https://doi.org/10.1016/j.cell.2014.03.011

2. Resistencia a la insulina y enfermedades crónicas:

Hotamisligil, G. S. (2017). Inflammation, metaflammation and immunometabolic disorders. Nature, 542(7640), 177–185.
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https://doi.org/10.1038/nri2925

3. Deficiencias nutricionales y función mitocondrial:

DiNicolantonio, J. J., O’Keefe, J. H., & Wilson, W. (2018). Subclinical magnesium deficiency: a principal driver of cardiovascular disease and a public health crisis. Open Heart, 5(1), e000668.
https://doi.org/10.1136/openhrt-2017-000668

Wallace, T. C. (2015). Health effects of coconut oil—A narrative review of current evidence. Journal of the American College of Nutrition, 38(2), 97–107.
https://doi.org/10.1080/07315724.2018.1497562

4. Estrés físico y daño oxidativo:

Radak, Z., Zhao, Z., Koltai, E., Ohno, H., & Atalay, M. (2013). Oxygen consumption and usage during physical exercise: the balance between oxidative stress and ROS-dependent adaptive signaling. Antioxidants & Redox Signaling, 18(10), 1208–1246.
https://doi.org/10.1089/ars.2011.4498

Fisher-Wellman, K., & Bloomer, R. J. (2009). Acute exercise and oxidative stress: a 30 year history. Dynamic Medicine, 8(1), 1.
https://doi.org/10.1186/1476-5918-8-1


Estresores Psicológicos:

1. Activación crónica del eje HPA y cortisol:

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https://doi.org/10.1152/physrev.00041.2006

Dedovic, K., Duchesne, A., Andrews, J., Engert, V., & Pruessner, J. C. (2009). The brain and the stress axis: the neural correlates of cortisol regulation in response to stress. NeuroImage, 47(3), 864–871.
https://doi.org/10.1016/j.neuroimage.2009.05.074

2. Impacto de la inseguridad y emociones negativas:

Sinha, R., & Jastreboff, A. M. (2013). Stress as a common risk factor for obesity and addiction. Biological Psychiatry, 73(9), 827–835.
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Peters, A., McEwen, B. S., & Friston, K. (2017). Uncertainty and stress: Why it causes diseases and how it is mastered by the brain. Progress in Neurobiology, 156, 164–188.
https://doi.org/10.1016/j.pneurobio.2017.05.004

3. Estrés crónico y sistema inmunitario:

Glaser, R., & Kiecolt-Glaser, J. K. (2005). Stress-induced immune dysfunction: implications for health. Nature Reviews Immunology, 5(3), 243–251.
https://doi.org/10.1038/nri1571

Segerstrom, S. C., & Miller, G. E. (2004). Psychological stress and the human immune system: a meta-analytic study of 30 years of inquiry. Psychological Bulletin, 130(4), 601–630.
https://doi.org/10.1037/0033-2909.130.4.601

4. Estrés y disfunción del eje HPG:

Retana-Márquez, S., Bonilla-Jaime, H., Vázquez-Palacios, G., Martínez-García, R., & Velázquez-Moctezuma, J. (2003). Changes in masculine sexual behavior, corticosterone and testosterone in response to acute and chronic stress in male rats. Hormones and Behavior, 44(4), 327–337.
https://doi.org/10.1016/j.yhbeh.2003.04.001

Tilbrook, A. J., Turner, A. I., & Clarke, I. J. (2000). Effects of stress on reproduction in non-rodent mammals: the role of glucocorticoids and sex differences. Reviews of Reproduction, 5(2), 105–113.
https://doi.org/10.1530/ror.0.0050105

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